ellas, escarlata te abrazaban
como si fuera la última vez
como si fueses a desaparecer si te soltaban.
Y en cada tormenta que caía
sobre tu moreno,
diluía tus sueños
diluía tus sueños
enredados en tu pelo.
Yacente encontré tu cuerpo
entre anclado entre piedras
y ligero en el aire.
¿Dónde iba?
¿Al ojo nácar sin pupila?
¿Acaso a esconderte
en volcanes?
Inútil fue que fueran mil sombras
a buscarte a tu mundo
y al caos de tu abismo.
Lo único que encontraron
fue tu corazón, casi inerte,
de papel escrito, borrado,
arrugado, quemado
que tantas veces se reescribió
que no supo cómo leerse,
cómo dividir las frases entre sus presas
a cada sístole y diástole.
que no supo cómo leerse,
cómo dividir las frases entre sus presas
a cada sístole y diástole.
No supo si respirar o andar.
Dejó de sentir, dejó de doler.
Había dejado de amar.
Dejó de sentir, dejó de doler.
Había dejado de amar.
No hallé tu alma,
rompió en tus sueños
voló cerca de los astros
cayó desde muy lejos.
Y tal impacto tuvo
que se evaporó en cristales de estrellas,
desbocó en el mar,
se ahogó en el pedregal
vestido cada vez más con sábanas escarlata.
Era a ti a quien buscaba
se ahogó en el pedregal
vestido cada vez más con sábanas escarlata.
Era a ti a quien buscaba
pero, de repente,
en flash,
ni tu aroma quedaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario