Todo destino
Allí busco mi lugar
con inocencia:
voy en busca de
cajas de madera.
Entre páramos
habitados de tristeza camino
como aburrido y sin
cesar;
entre piedras bailo
como huracán
pues morir es mi
destino.
Entre tanto intento
atisbar las palpitantes
luces con oscuridad
entre las sombras venerada.
Intento anotar sus
coordenadas en mi memoria
pero la luz del día
es su maldita huida
para escapar de las
heridas.
Mi voz grita, y
agotada clama en la lejanía,
exhausta llora sin
vida...
Ya no hay quien me
quite la melacolía
¿De qué sirve
desear,
si parece que esta
no es mi vida?
¿De qué sirve,
si ya me he
acostumbrado a la agonía?
¿Dónde estás que
tus pasos son transparentes
y tu sombra no me
guía?
Vuelvo al viento,
vuelvo a abrazar
huracanes
de ideas aterradoras.
Busco las olas,
para que la marea se calme
haciendo
desaparecer a mordiscos mi carne.
Atrapo las balas
entre cientos de miradas,
las saco del cieno
de mi alma
y las coloco en lo
más abrupto del pedregal
con la mirada.
Con toda la
inocencia del mundo ya no busco,
ella me ha
encontrado primero
y ahora solo siento
cómo me encierran,
cómo estas cuatro
maderas me evaporan,
me convierten en
polvo.
En calcinada
amapola.
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